Personaje ilustre: Jorge Ibargüengoitia Antillón
Por Yella Vargas
El estilo de Ibargüengoitia
El teatro y su facilidad por los diálogos
Las novelas de Ibarguëngoitia
Obra de Ibarguëngoitia
Teatro
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Susana y los jóvenes (1954)
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La lucha con el Ángel (1955)
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Ante varias esfinges (1959)
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El viaje superficial (1960). Publicada en Revista Mexicana de Literatura, junio-septiembre de 1960
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El atentado. Premio Casa de las Américas 1963
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La conspiración vendida. México: Novaro, 1975
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Los buenos manejos (1980)
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Obras de Jorge Ibargüengoitia. Teatro I. Contiene: Susana y los jóvenes, Clotilde en su casa y La lucha con el ángel. México: Joaquín Mortiz, 1989
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Obras de Jorge Ibargüengoitia. Teatro II. Contiene: Llegó Margó, Ante varias esfinges y tres piezas en un acto: El loco amor viene, El tesoro perdido y Dos crímenes. México: Joaquín Mortiz, 1989
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Obras de Jorge Ibargüengoitia. Teatro III. Contiene: El viaje superficial, Pájaro en mano, Los buenos manejos, La conspiración vendida y El atentado. México: Joaquín Mortiz, 1990
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Teatro reunido. México: Joaquín Mortiz, 2018
Ensayos
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Teatro mexicano contemporáneo. Madrid: Aguilar, 1957
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Sálvese quien pueda. México: Novaro, 1975
Novelas
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Los relámpagos de agosto. México: Joaquín Mortiz, 1965. Premio Casa de las Américas, 1964. La narración presenta las memorias de un caudillo revolucionario a principios del siglo XX.
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Maten al león. México: Joaquín Mortiz, 1969. Basado en las vicisitudes de un atentado contra un tirano latinoamericano.
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Estas ruinas que ves. México: Novaro, 1975. Premio de Novela México 1974. Llevado a la pantalla grande con el mismo título.
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Las muertas. México: Joaquín Mortiz, 1977. Narra el escándalo de Las Poquianchis, ocurrido en un prostíbulo de San Francisco del Rincón en los años cincuenta y principios de los sesenta.
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Dos crímenes. México: Joaquín Mortiz, 1979.
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Los conspiradores. Barcelona: Argos Vergara, 1981. Publicada en México como Los pasos de López: Océano, 1982. Cuenta las andanzas de los insurgentes mexicanos, héroes de la independencia. Los personajes son ficticios, aunque alguno está libremente inspirado en la figura histórica del cura Miguel Hidalgo.
Nací en 1928 en Guanajuato, una ciudad de provincia que era entonces casi un fantasma. Mi padre y mi madre duraron 20 años de novios y dos de casados. Cuando mi padre murió yo tenía ocho meses y no lo recuerdo. Por las fotos, deduzco que de él heredé las ojeras. Ya adulto encontré una carta suya que yo podría haber escrito. Al quedar viuda, mi madre regresó a vivir con su familia y allí se quedó.
Cuando yo tenía tres años fuimos a vivir en la capital; cuando tenía siete, mi abuelo, el otro hombre que había en la casa, murió. Crecí entre mujeres que me adoraban. Querían que fuera ingeniero: ellas habían tenido dinero, lo habían perdido y esperaban que lo recuperara.
En ese camino estaba cuando un día, a los 21 años, faltándome dos para terminar la carrera, decidí abandonarla para dedicarme a escribir. Las mujeres que había en la casa pasaron quince años lamentando esta decisión —“lo que nosotras hubiéramos querido”, decían, “es que fueras ingeniero”—, más tarde se acostumbraron.
Al principio parecía que mi carrera sería brillante. Mi primera comedia fue puesta en escena, con éxito relativo, en 1954, la segunda lo fue en 1955, las dos fueron recogidas en antologías de teatro mexicano moderno; Usigli me designó para que lo reemplazara cuando se retiró, gané tres becas al hilo —única manera que había entonces de mantenerse en México siendo escritor—.
Pero llegó el año de 1957 y todo cambió: se acabaron las becas —yo había ya recibido todas las que existían—, una mujer con quien yo había tenido una relación tormentosa se hartó de mí, me dejó y se quedó con mis clases, además yo escribí dos obras que a ningún productor le gustaron. (En esto intervino un factor que nadie había considerado: tengo facilidad para el diálogo, pero incapacidad para establecerlo con gente de teatro).
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